La finalidad de este ensayo es contestar la siguiente pregunta: ¿Qué papel jugaba la energía atómica en las políticas internacionales durante la época de la posguerra? Los artículos “An Effective Instrument of Peace”:Scientific Coorporation as an Instrument of U.S. Foregin Policy, de Clark A. Miller, y Atoms for Peace, Scientific Internationalism, and Scientific Intelligence, de John Krige, fueron usados como fuentes de información, así como base de análisis.
Antes de la segunda guerra mundial, la ciencia comenzaba a ocupar un lugar importante en la sociedad, pero fue con el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki que la ciencia pasó a ser central en la política; se enlazaron ciencia y tecnología con el desarrollo de un país, y en especial la energía atómica se presentó ante las naciones -al igual que ante las personas- como un signo de sumo poder y desarrollo.
Al terminar la segunda guerra mundial y hasta 1950, EE.UU. tuvo el monopolio de la bomba atómica, y en general, de la energía atómica; durante este lapso de tiempo, la cooperación internacional en ciencia y tecnología, relacionada con lo nuclear, estuvo marcada por el secretismo. La política estadounidense buscaba construir una hegemonía fundada en la supremacía tecnológica y militar, por lo que suspendió el intercambio vinculado con la energía atómica. Sin embargo, para mantener su imagen como líder en desarrollo, así como estrechar lazos con otras naciones, apoyó el intercambio en los demás campos científicos, siempre dentro del ámbito de los aliados a Estados Unidos, fundamentalmente los países de Europa occidental. En 1950, la URSS hizo su primer prueba atómica, con lo que se acaba el monopolio estadounidense y se tiene un cambio
en la política exterior de Estados Unidos. A partir de entonces, se apostaría a una cooperación en ciencia y tecnología en usos pacíficos y civiles de la energía atómica, pero manteniéndose en lo fundamental, la tecnología de punta en este campo de la ciencias, limitada según los patrones ideológicos de la Guerra Fría.
La Energía Atómica en la política internacional fue importante por dos cosas: 1) en un primer momento, por ser un medio para construir y mantener una hegemonía político-militar, en el período del monopolio nuclear estadounidense y después como un balance de poder entre las superpotencias; 2) por ser la promesa de desarrollo y prosperidad. En la etapa postbélica conocida como la guerra fría, las naciones -sobretodo los países europeos, tanto del Oeste como del Este-, vieron en la energía atómica soluciones a los problemas de suministro de energéticos, y en los radioisótopos la posibilidad de combatir enfermedades como el cáncer y de realizar investigaciones biológicas y químicas. Se buscaba el crecimiento económico al querer producir energía de forma más eficiente y sin tener que depender de los combustibles fósiles, de los cuales muchos países carecían. Parte de esta visión, yacía sobre el discurso de la ciencia como único camino al desarrollo, y en especial, sobre la identificación que se dio a la energía nuclear con los países desarrollados. Naciones cómo Reino Unido, Francia, Canadá, Brasil, y Sudáfrica -entre otros-, se interesaron en el desarrollo de los reactores nucleares y de los radioisótopos. Para la Unión Soviética y Estados Unidos, esto fue una gran oportunidad para reafirmar sus respectivas alianzas y crear zonas de influencia, ya que ellos vendían la tecnología que los demás países eran incapaces de desarrollar por su propia cuenta. Átomos para la Paz
tenía los objetivos de iniciar a los demás países en los usos pacíficos de la energía nuclear y de restaurar la confianza en la ciencia -confianza sacudida por los eventos en Hiroshima y Nagasaki. EE. UU. buscaba además ocupar (desviar) los recursos nucleares de las demás naciones en ramas civiles, y así mantener el control.
La energía atómica fue esencial en la política de EE. UU. y de la URSS. Primeramente los alcances destructivos de ésta habían infundido miedo al mundo, por lo que las armas nucleares eran una muestra de poder, y consolidaban la imagen de una potencia: una nación capaz de garantizar su seguridad, de velar por sus intereses y líder en desarrollo.
En lo discursivo, la ciencia y la tecnología se volvieron sinónimos de desarrollo, y siendo la energía atómica monopolio de unos cuantos países (EE. UU., URSS, India, entre otros), ésta se convirtió en el símbolo de máximo progreso. En especial los Estados Unidos, y por consiguiente la ONU, manejaron un discurso que dividía al mundo en países desarrollados y países en vías de desarrollo; éstos últimos debían seguir el camino de los otros para alcanzar la prosperidad.
Con esto se marcaría el nuevo escenario político: quienes serían los líderes y que camino (políticas) debían seguir los demás.
El desarrollo científico-técnico, y en particular la energía atómica fue un instrumento de política exterior de las potencias líderes en la Guerra Fría.
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