Hay un hombre durmiendo en la sala y es el arquetipo del mexicano foráneo (siempre mi chilangocentrismo). Duerme vestido en el sofá, que le acomodamos como cama, con sus calcetines de vestir aún puestos, combinando con zapatos, sala y piso. Ni que decir de su alimentación: salchichas, huevo, cereal y plátanos. Se llama Esteban, y sufre a causa del CONACyT.
Esteban es de Puebla, de Tecamachalco, y lo acompañan sus zapatos cafés de vestir, unas cuantas mudas, y unas sudaderas deportivas que tanto estupor me causan cuando las usa con algún pantalón de vestir y los zapatos. Unas notas más de él: cuelga su toalla en el baño y no trae chanclas (entra a bañarse con zapatos, pero se los ha de quitar antes de entrar a la bañera).
Aunque debe de encontrar donde vivir, no hace mucho por conseguirlo. Es foráneo y es mexicano: siento esa resignación a las dificultades, esa posibilidad de soportar, esa calma, esa melodía al hablar un poco seca y hosca, ese color, ese olor a jabón, y la mirada de unos ojos cafés, cafés oscuros como los calcetines que le vi esta mañana.
Luis
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