La construcción de la ciencia es un proceso social muy complicado a nivel mundial que no sólo involucra las fases de producción, sino también las de difusión. Actualmente los estudios sobre la ciencia y la tecnología, se encuentran poco desarrollados y, en general, sólo enfocados en los mecanismos de generación de conocimientos teóricos y experimentales. El problema de este enfoque yace en el supuesto principal que involucra: la idea de una ciencia moderna que, como producto terminado, se fundió sin mayores “distorsiones” a partir de un centro; y en la marginación del intercambio tecnocientífico horizontal Norte-Sur. En otras palabras, los procesos de difusión, así como los de adaptación, son puestos en segundo plano, dejando un hueco crítico en el entendimiento del desarrollo de la ciencia y de las relaciones internacionales.
El objetivo de este ensayo es estudiar la necesidad de hacerse nuevas preguntas sobre la relación tecnocientífica de México con los Estados Unidos de América, tratando de rescatar la importancia de los procesos de difusión y adaptación de la ciencia, y proponer un análisis más profundo sobre los fines geopolíticos de la expansión de la ciencia occidental. Los artículos La política interamericana de Roosevelt: George D. Birkhoff y la inclusión de America Latina en las redes matemáticas internacionales de Eduardo L. Ortiz y Lo que aún no sabemos del intercambio tecnocientífico entre Sur y Norte. Nortecentrismo, difusión científica y estudios sociales de la ciencia de Alexis de Greiff y Mauricio Nieto fueron usados como fuentes principales de información y como base de análisis.
En 1933 ante la inminente conflagración en Europa, así como la consolidación del fascismo, el presidente norteamericano, Franklin D. Roosevelt, dio a conocer su nueva política conocida como de la buena vecindad, o del buen vecino. Con esto buscaba estrechar los lazos con los países latinoamericanos, buscar su apoyo en la posible guerra y conocer la situación económica, política y científica de los países. Desde entonces, la ciencia y la tecnología adquirieron un papel prominente como instrumentos de penetración ideológica y control político.
El presidente Roosevelt, impulsó programas de cooperación científica y tecnológica en diversos campos, en especial en el campo y en comunicaciones. Además, creó dos comités: el Interdepartamental Committee on Scientific and Cultural Cooperation y Office of the Coordinator of Inter-American Affairs, con el fin de coordinar sus esfuerzos, e incluyó visitas de científicos estadounidenses, y el otorgamiento de becas por parte de las fundaciones filantrópicas Guggenheim y Rockefeller. En el caso de México, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés) sería clave en la formación de profesionales y científicos mexicanos gracias a las becas, al igual que sería clave tanto la visita de Birkhoff como las relaciones de Shapley y de Henry Allen Moe con científicos mexicanos. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos dejó de enfocarse en América Latina para ampliar sus programas a una escala global; la finalidad era la construcción de una hegemonía.
Durante la Guerra Fría, y con la necesidad de la URSS y de EE. UU. de aumentar su influencia, una serie de discursos políticos fueron creados para fundamentar los programas de apoyo técnico y científico, y el control y la vigilancia del desarrollo de otras naciones se convirtieron en prácticas de vital importancia. A partir de 1945, y sobretodo, con la estructuración de la ONU y sus agencias especializadas, se empezaron a dictar modelos económicos y políticos que los demás países debían de seguir para alcanzar el desarrollo. Además, es importante recalcar que con el establecimiento de modelos de desarrollo, al igual, que con el apoyo por parte de los países desarrollados sólo a ciertas áreas con los programas técnicos y científicos, se buscó controlar y dirigir el crecimiento de los países en vías de desarrollo.
Aún cuando la ciencia en su momento respaldó y sustentó muchos programas a nivel mundial de desarrollo, estos fracasaron en su implementación. Su fracaso se debió fundamentalmente, a la poca o nula consideración de las circunstancias particulares de las naciones.
Esta visión nortecentrista sigue presente y se refleja en que la mayoría de los trabajos y de las investigaciones sobre el intercambio tecnocientífico han sido realizados a partir de las experiencias y punto de vista de los países desarrollados, es decir, se refleja en la visión parcial de los procesos de difusión de la ciencia. Falta el conocimiento de las reacciones y de los procesos de adaptación de los países en vías de desarrollo. ¿Cómo fueron recibidos los programas y los modelos de progreso? ¿Qué facilidades o dificultades encontraron? ¿Cuál fue su impacto momentáneo y final?
México por su proximidad con EE. UU. ha sido uno de los países más influenciados por la política estadounidense; las relaciones económicas, científicas y políticas que existen entre ambos países son amplias y vitales (sobretodo para México). De aquí la importancia de entender mejor la relación tecnocientífica y su evolución a través del tiempo. Además hace falta preguntarse y reflexionar sobre el fracaso del desarrollo en México, ya que: ¿Porqué se fracasó al implementar los programas de desarrollo? ¿Realmente es un fracaso? ¿Que relación tienen estos programas de desarrollo con la dependencia económica hacia EE. UU.?
Primeramente, en cuanto a las relaciones tecnocientíficas, se cree erróneamente que sólo los países del Norte han intervenido más en la construcción de la ciencia moderna, y que los países del Sur han sido agentes pasivos. México es una muestra de este error, ya que no solamente ha dado grandes científicos, sino que ha jugado un papel prominente en la expansión de la ciencia en América Latina.
La revolución verde nos puede servir para ver que la implementación de técnicas y prácticas se enfrenta con obstáculos, ya sean políticos, sociales (costumbres y tradiciones), y técnicos (falta de desarrollo en infraestructuras). En México, la revolución verde se enfrentó con la organización ejidal y la falta de financiación del campo, ya que hay que recordar que los programas de agricultura extensiva propuestos por la ONU requerían de grandes extensiones de tierra y de una inversión fuerte en maquinaria, fertilizantes, etc; también, la ganadería se enfrentó a esta organización. Hace falta saber cual fue el impacto ambiental de los programas: la tala de bosques, la disminución de la biodiversidad, la erosión de suelos debido al monocultivo; y el impacto social: la reestructuración de las formas de producción, la emigración del campo, la dependencia económica por los fertilizantes y por el conocimiento de los expertos, el debate entre facciones políticas y agrupaciones de trabajadores por el mantenimiento del ejido, etc.
Algo interesante en México es el olvido de una forma de agricultura tradicional, la chinampa, que resultaba efectiva en ciertas zonas del centro y del sur del país; y que ahora está siendo rescatada como una forma endémica de conocimiento que responde mejor. La herbolaria tradicional es otro ejemplo de conocimiento endémico que frenó (y se podría decir que sigue frenando aunque en menor medida) la expansión de la medicina occidental, ya que se presenta como una alternativa efectiva para enfermedades y dolencias menores. Esta evolución y diferencia constante entre los programas recomendados por organismos internacionales con los programas realizados por el gobierno Mexicano y con las costumbres mexicanas, son una marco de referencia para entender el rumbo que ha tomado el país, así como explicar la problemática actual. Deseo hacer notar que los conflictos entre los conocimientos endémicos y los propuestos por la ciencia occidental finalmente enriquecen intelectualmente a las sociedades y que en buena medida pueden ser entrelazados. Además, se necesita estudiar más a fondo las relaciones entre instituciones y científicos norteamericanos y mexicanos: cómo han moldeado el desarrollo científico de ambos países, y cuál ha sido su impacto en los planes educativos, al igual que en la formación de los institutos de investigación.
Las relaciones tecnocientíficas entre Norteamérica y México, y en general, del Norte con el Sur, es un campo muy fértil de investigación que además resultaría muy útil para la aplicación de programas futuros de cooperación internacional y reflexionar sobre el camino tomado.
Los Estados Unidos, al igual que otras naciones del norte, ha usado en gran medida a la ciencia y al discurso del desarrollo como herramientas para lograr sus fines geopolíticos, y construir una hegemonía mundial o local. Pero realmente: ¿Qué es el desarrollo? Sólo podemos decir que el concepto de desarrollo ha sido impuesto, por unas pocas naciones, estratégicamente para controlar a las demás regiones; e inclusive: ¿Quién nos asegura que nuestro modelo de desarrollo sólo trae cambios positivos o es el correcto? Gilbert Rist, profesor Suizo, escribió sobre el desarrollo y lo definió de la siguiente manera:
El desarrollo es una certidumbre colectiva, una verdad dogmática que no es debatible, y en consecuencia, una fuerza coercitiva.
Necesitamos reflexionar: los modelos de desarrollo que no toman en cuenta las condiciones de los países están destinadas al fracaso, otras formas de conocimiento necesitan ser incorporadas a la ciencia moderna, conceptos como el progreso, el desarrollo y el fracaso deben de dejar de ser tratadas como ideas fijas y naturales, y empezar a ser vistas como ideas pactadas que evolucionan con el tiempo.